LA CLASE DE GUITARRA: SEGUNDA PARTE


La analogía de mirar la enseñanza instrumental comparándola con una billetera, nos hace reflexionar en un objeto que ha sido diseñado especialmente para una persona con gustos particulares, rompiendo con estereotipos de sistemas educativos en donde se enseña a todos de las mismas maneras, asumiendo que todos son iguales y saldrán con los mismos conocimientos.

Eso es lo que nos propone el joven guitarrista y educador costarricense Ariel Céspedes. Él se inspiró en una de las publicaciones de Proyecto Musicar, el ensayo Una billetera para la enseñanza musical instrumental, para diseñar un plan de trabajo a la medida de Saúl, un estudiante que experimentaba dificultades para progresar en el aprendizaje de la guitarra debido a una lesión en la muñeca izquierda.

Saúl, de 12 años, sufrió una quebradura en su muñeca y luego que fue enyesado, dejó de tocar guitarra durante varios meses. Cuando le fue asignado como estudiante, Ariel notó varias cosas: Saúl tenía considerable tensión en ambas manos y hombros. Las falanges de la mano izquierda no podían mantener la firmeza por falta del ejercicio, y se doblaban con facilidad. El dolor de la muñeca le era insoportable después de unos minutos de estar tocando guitarra, por lo que no practicaba mucho en casa. Saúl estaba desmotivado y no tenía en claro  qué hacer.

Pensando más bien en las necesidades de su estudiante, su desmotivación, y no en presionarlo para que aprendiera los contenidos del programa de guitarra de la academia, al tiempo de los demás estudiantes, Ariel propuso a Saúl probar, durante unas semanas, y a su propio ritmo, algunos ejercicios de flexibilidad y fortalecimiento propuestos por Kovács (2011) (recomendados por el Coordinador del Observatorio del Musicar), como por ejemplo, golpear un globo con las puntas de los dedos (y luego con las yemas y con las uñas). También, ejercicios para los codos, los cuales requieren de más control y movimiento corporal. Gracias a ello, fue muy fácil para Saúl interiorizar de nuevo, sin dolor, y de manera activa, los movimientos que implica tocar la guitarra. Es así como Ariel, en lugar de regañar, explicar muchas veces “debés tocar  o sentir así”, o prescribir recetas de cómo se deben de hacer las cosas, estimuló que su estudiante experimentara y descubriera sensaciones en su propio cuerpo, sin tocar, para llevarlas posteriormente a la ejecución del instrumento cuando fuera el momento.

Saúl y su profesor. Foto de Ariel Céspedes.
Saúl y su profesor. Foto de Ariel Céspedes.

Con la recuperación gradual, Ariel propuso a Saúl negociar y proponer objetivos específicos para continuar su aprendizaje según lo que solicitaba la academia, objetivos que intentaban balancear las necesidades de Saúl en recuperación, y los estándares que la institución pide a todos sus estudiantes (de esto hablaremos en otra entrega de “La Clase de Guitarra”). Unos dos meses después, Saúl pudo tocar en el concierto de gala de la academia, con Ariel, su maestro, y sus otros compañeros.

Y tal fue el interés que generaron en la academia los ejercicios de flexibilidad y fortaleza para instrumentistas, de Kovács, que los otros estudiantes de guitarra comenzaron a probarlos antes de entrar a escena esa noche.

Saúl en concierto

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